Por: Curro González, sobreescalada.com
Siempre he sido muy exigente y competitivo conmigo mismo, tanto, que estoy seguro que ser así, me resta años de vida; y aunque el subconsciente me dice que si me empleo más a fondo, puedo llegar a restar más años aún, estoy intentando llevar una vida «happy and be water» para prolongar el inevitable encuentro con la dama de la guadaña (no os preocupéis cuando esto suceda, prometo hacerlo en Martes para no joderos el finde).
Con esta filosofía y con unos días por delante, me planteé visitar una zona que llevaba mucho tiempo queriendo conocer, atraído sin duda, por un bucólico paisaje y un remanso de paz alejado de todo y de todos.


La escalada en el Cuchillar de Contreras no merece mucho la pena, el lugar se quedó en un constante duelo fraternal al prohibir la escalada en el cercano margen derecho del río, perteneciente a Castilla la Mancha (la casualidad ha hecho que en este lugar se encuentre el hermano bonito del lugar).
Nos queda por tanto, las formaciones rocosas del margen izquierdo (el lado Valenciano) para escalar, algo que desde la distancia no parece un impedimento, pero que a medida que te aproximas, te percatas de que este lado no es el bueno.


Podríamos resumir la escalada en el Cuchillar de Contreras en dos rutas: la primera de ellas asciende al conocido Torreón de la Moneda por su espolón Oeste y la segunda, asciende el conocido Alto de Contreras por la vías Sant Jordi.
Estas dos rutas son las clásicas del cuchillar por ascender a las grandes formaciones rocosas aún permitidas, por poder encadenarlas fácilmente en una jornada y por ser de una dificultad agradecida (en la zona existen una veintena de rutas antiguas que combinan el artificial y el libre, el lugar se presta a otras grandes rutas que desconozco si existen…).
Os dejo diversa información (que podemos encontrar en la red) de las vías de escalada, con ellas no tendréis ningún problema:



La aproximación es evidente y no deja lugar a dudas.

El Cuchillar de Contreras me atrajo no sólo por poder escalar en un bucólico lugar, también me sedujo la posibilidad de compatibilizar dos actividades totalmente opuestas como son la escalada y el Packraft (para los que no sepáis de qué va el rollo, os dejo un enlace para que os pongáis las pilas).
El río Cabriel tiene el ostentoso honor de ser uno de los ríos más limpios de toda Europa, gracias sin duda, a que en su largo recorrido (de casi 280 km) pasa por muy pocas poblaciones.
Este río no sólo es el encargado de labrar el singular Cuchillar de Contreras, es el artífice de una tortuosa, encañonada y solitaria orografía durante al menos 50 kilómetros más río abajo, algo perfecto para mi vida «Happy and be water».


El descenso del río Cabriel es un clásico de aguas bravas, se suele descender en los meses de verano, siempre y cuando el embalse que le precede dé algo de cuartel al río. Este año ha sido poco benévolo y la parte superior, comprendida entre la cabecera del Embalse de Contreras y el Puente de Vadocañas, no se ha realizado comercialmente.
Esta falta de agua es un gran impedimento para las grandes embarcaciones de Rafting, pero no lo fue para nuestras pequeñas embarcaciones hinchables.


Nuestra idea era descender aproximadamente 45 kilómetros en dos días, sin prisa y disfrutando del entorno.
A medio camino, la falta de agua dejaba al descubierto un gran caos de bloques gigantescos de roca, algo que debíamos gestionar debidamente si no queríamos toparnos con algún sifón o sumidero, hubiéramos preferido más «mambo«, pero es otra forma de ver el río.



El río Cabriel cambia radicalmente tras pasar por el Puente de Vadocañas (no sé cómo ni porqué), el caudal aumentó considerablemente, dejando largos tramos de trenes de olas muy divertidos y algún que otro rápido interesante.
Tras 24 kilómetros dábamos por concluida la jornada al amparo de un buen cobijo que nos refugiaba de la lluvia.
El amanecer fue frío de veras, el Cabriel emanaba el humo característico de las mañanas otoñales, nos quedaban 20 kilómetros hasta nuestro punto final, el Puente de Santa Bárbara.
El descenso se compaginaba entre grandes planicies y pequeños rápidos y saltos, el más llamativo de ellos fue el de la Noria de los Basilios, que rugía como si se tratara de cientos de metros de caída y que evidentemente, se quedó en algo anecdótico.


Una entretenida actividad, variada y alejada de cualquier persona.

