Por: Curro González, sobreescalada.com
Llevaba ya algún tiempo con la idea de realizar esta actividad pero por diferentes cuestiones (basadas básicamente en no disponer de tiempo suficiente para compaginar todas las actividades que me gusta practicar), no había podido fijar un día. Después de varias jornadas practicando diferentes modalidades deportivas, por fin he podido materializar la idea hace unos días, no con la pureza y ética que tenía pensado, pero igualmente satisfecho.
No quería desaprovechar la jornada de bonanza climática (sobre todo a sabiendas de que iba a estar dos días parado), además, el manto blanco estaba en claro retroceso (más acusado aún en las soleadas caras Sur), no augurando nada bueno, pero estaba muy limitado con el horario ya que solo disponía hasta el medio día.

Debido a esa falta de tiempo, decidí finalmente comenzar la aventura desde el parking de Cantocochino (la Pedriza) en vez de comenzarla desde la puerta de mi hogar, opción que me hubiera gustado más y me parecía más «purista». Pero bueno, el caso es que me calenté la noche anterior y casi sin pensarlo me lancé a ello a la mañana siguiente.

Comencé montado en mi bicicleta con la fresca las primeras rampas empinadas de la pista que serpentea por el interior de la Pedriza denominada «las Zetas», me hubiera gustado estar totalmente sosegado y haber podido deleitarme con el fantástico día y las extraordinarias vistas que ofrece este recorrido, pero en vez de ello andaba un poco intranquilo a sabiendas de que no podría disponer de todo el día para esta actividad y tendría que ir «ligero».
En mi espalda transportaba una mochila que servía de soporte para amarrar mis esquís y estos a su vez, de mis botas, de esta manera llevaba todo lo necesario para realizar la transición cuando la nieve me impidiera seguir progresando con mi bicicleta. Esta vez no llevaba mi habitual bicicleta de CX que aunque más ligera que la de MTB, me impedía descender con más seguridad y me forzaba a una posición más incómoda en la bajada, fue todo un acierto, he de deciros.
Cuando la pista se tiende durante un largo trecho en las denominadas «losillas», tomé el desvío que continuaba ascendiendo hasta morir finalmente en el sorprendente paraje de «la Nava Grande» a los pies de Cabezas de Hierro. A unos kilómetros antes de llegar a este paraje la nieve hizo acto de presencia en tal cantidad que me resultó imposible continuar la progresión con mi MTB, en este lugar realicé la transición a mis esquís de travesía, esto me permitió continuar campo a través y no dar tanto rodeo por la cada vez más tortuosa pista.

La nieve (aunque algo escasa) estaba en perfectas condiciones, tenía algo de miedo de que estuviera como el mármol, pero se podía ascender sin utilizar cuchillas perfectamente. Rápidamente gané altura y me asomé por primera vez a las primeras cumbres de la Cuerda Larga, cerca ya del collado de Peña Vaqueros a los pies de las últimas rampas de la Loma de Pandasco.
En el descenso pude disfrutar de una espectacular «nieve primavera» que facilitaba el largo camino hasta el lugar en donde había dejado mi MTB. Se podría haber subido de otra manera que hubiera aprovechado más el descenso y quizá me hubiera facilitado el regreso, pero andaba preocupado con la hora y ya iba tanto en el ascenso, como en el descenso a «tumba abierta». Este hecho, unido a que transitaba solo y mi peculiar dejadez en estos temas, hizo que sacara pocas fotos para poder ilustrar el texto que acompaña hoy esta entrada del Blog.
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