Por: Curro González, sobreescalada.com
Ayer, viendo una conocida película de estreno en el cine con Hugo y Oli, me asaltó una reflexión.
La película lejos de tratar una historia nueva, retoma en una excitante y moderna versión remasterizada, con criaturas cánidas hechas por ordenador. Una conocida y antigua historia vinculada con el salvaje Alaska y las relaciones humanas.
El título de la película podría ser diferente, pero en pocos minutos te percatas de que realmente no ibas a ver nada distinto a lo que ya conocías.
Eso sí, esta nueva versión era impactante y jugaba con las emociones de Hugo y demás niños asistentes a la sesión, con sorprendentes imágenes y secuencias que mostraban en todo su esplendor la «evolución» de la industria del cine.
Este hecho y la comparativa, con la antigua historia, me hizo reflexionar sobre la carencia y la necesidad del ser humano en sentir emociones.
No sé si por la falta del arraigo con lo salvaje y la naturaleza, por la amuermada comodidad de sentirse a salvo y disponer de todo, o por el cúmulo de tareas banas que implica pertenecer a esta sociedad y que poco aportan a nuestro bienestar psicológico. El ser humano se a convertido en un animal vacío.
Es por ello creo, que demanda emociones y sentimientos «artificiales». Para cubrir sus vacíos que de una forma natural, no abarcan todas sus necesidades. No es de extrañar por tanto que la industria del cine aproveche este hecho y que nos encontremos con grandes éxitos cargados de drama y sentimentalismo. Pero no solamente la industria del cine se aprovecha, los programas televisivos con más éxito son aquellos que muestran las relaciones sociales ajenas, con complicadas tramas de amor/odio. Los noticieros abren sus emisiones con noticias cargadas de sensacionalismo, dedicando gran tiempo de su emisión a aquellos hechos que nos incitan a la «alarma», preocupación, injusta empatía, etc.

Mañana me voy a Noruega, regreso de nuevo a este maravilloso lugar. Esta vez en invierno y sí, allí aún los inviernos son fríos y cargados de grandes espesores de nieve. Vamos a un pequeño rincón salvaje y frío que espero pueda llenar todos mis vacíos, con sus paisajes, la actividad y la vivencia con mis compañeros.
Vamos a la región de Loppa, al norte de Noruega y cerca de la población de Alta, en donde Oli y yo estuvimos en verano (Seiland). Allí pretendemos realizar una larga travesía uniendo los tres glaciares de la zona, una buena idea que ha tenido José Mijares, gran conocedor de la zona.
De esta manera regresamos a lo salvaje, esa «llamada» siempre estará ahí, de una forma consciente e inconsciente.