Por: Curro González, sobreescalada.com
Artículo publicado en la Revista Oxígeno. Año 2012.
Texto: Fernando de la Torre y Curro González. Fotos: Álvaro Duque, Fernando de la Torre y Curro González.
Las oportunidades de hacer alpinismo en África no son muchas, ni muy conocidas. Si bien presenta unos cuantos macizos de más de 4.000 metros y en algunos casos concretos por encima de los 5.000, en muchas ocasiones no brindan la opción de acometer actividades de envergadura. Nuestro objetivo de ganar mil metros de altura por año y por continente llevó nuestros pasos irremediablemente hacia la misteriosa África, tan cercana y sin embargo tan desconocida.

Lo poco que sabíamos de las opciones de alpinismo en África nos parecía interesante, y queríamos aprovechar como fuera la posibilidad de encaramarnos a alguna de las grandes cumbres de un continente que tiene un aliciente especial y un magnetismo intenso. Ya sea por ser la cuna de la humanidad, por sus contrates paisajistas, por una ingente cantidad de vida animal sin igual en el mundo o por ser tierra de los grandes libros de viajes y hazañas de aventureros. Quizá por algo de eso o quizá por todo, cualquier viaje o actividad en África está siempre envuelta en cierto aire de misterio y aventura para cualquier europeito de a pie.
La información, escasa, imprecisa y poco actualizada, nos hizo agudizar el ingenio por las webs y a asaltar con preguntas a conocidos que, en algún momento de su vida, habían pasado por allí.
Las zonas interesantes en África a grandes rasgos son la cordillera del Atlas con 4.200 m (Marruecos), la cordillera del Ruwenzori o Montañas de la Luna con 4.600 m (Uganda, Congo) y los distintos macizos entre Kenia y Tanzania como el Kilimanjaro (techo de África con 5.900 m), el Meru (4.600 m) o el monte Kenia (5.200 m). Este último (monte Kenya en suajili) es quien ofrece mayores retos para nuestras aspiraciones escaladoras.

Tras unas cuantas infructuosas gestiones, conseguimos orientarnos e irnos haciendo una idea de nuestra logística, presupuesto y el desarrollo de la actividad.
La grata sorpresa fue encontrar un vuelo de Swiss, que con un precio muy razonable y un horario bastante cómodo nos plantaba rápido en Kenia. Más difícil fue encontrar una agencia especialista que nos gestionara allí la estancia, comida, guía y porteadores.
Y no menos fácil orientarnos y conseguir información sobre las posibilidades de escalada y de aproximación al monte Kenia. Por muchas cosas que leyéramos y fotos que viéramos no conseguíamos hacernos una idea de lo que podríamos encontrar allí.
El año se nos había echado encima y no queríamos esperar hasta la siguiente estación buena para escalar, así que decidimos aprovechar los últimos días de la estación seca, la última semana de septiembre. Miramos el tiempo, seleccionamos el material justo para viajar con poco peso, y allá que nos fuimos.
Una vez en Nairobi, pudimos descubrir el bullicio nocturno y la vida en las calles de la capital. Esta jornada, a priori intrascendente, nos sirvió para romper moldes con Europa, y cambiar el chip a modo viajero, siempre ansioso de conocimientos y descubrimientos.

En las cinco o seis horas que dura el viaje por la A2 hasta el Nanyuki, fuimos absorbiendo con los ojos la vida de este país. Los mercados, las tiendas, las gentes… todo fluye a los lados de la infinita carretera y te permite descubrir sus gentes, lugares de culto, paisaje y naturaleza. En un momento dado se hizo omnipresente el macizo del Kenia, una imponente mole cubierta de nubes que preside desde una distancia inconmensurable la gigantesca llanura africana.
A primera hora de la tarde, organizamos nuestro equipaje, los petates para los porteadores, la comida, los equipos fotográficos, y sobre todo, la ropa de agua que teníamos, ya que nuestro viaje se iniciaba, justo en la línea del ecuador, en medio de una densa cortina de agua. Con un poco de frío y un mucho de lluvia, comenzamos una subida de 9 km por territorio desconocido desde Sirimon Gate (2.600 m) hasta Old Mosses Camp (3.300 m).

Atravesamos la selva de montaña entre una lluvia torrencial por un ancho y resbaladizo camino de tierra mientras el guía nos mostraba huellas de búfalos, hienas y los escasos elefantes de montaña. Pudimos fotografiar fugazmente unos extraordinarios monos colobos, con su llamativo manto de pelo largo y una familia de babuinos nos dejaban acercarnos, curiosos como nosotros. Unas cuantas aves tropicales animaron nuestro caminar y una imponente águila marcial vigilaba nuestra subida.
Cuando se acabó la selva y llegamos a una altiplanicie esteparia, apretamos el paso ante la amenaza de lluvia de nuevo y la promesa de una cena caliente. Aunque paramos tres o cuatro veces para ver unos pequeños antílopes dick dick y unos francolines, redujimos el tiempo de ascensión a la mitad llegando en un par de horas a un refugio de madera alargado y pintado de verde, donde nos acomodamos e intentamos vislumbrar algo del paisaje entre la niebla.

Teníamos por delante un largo día de trekking por colinas y valles y un fuerte desnivel hasta el pie de la montaña. Ligeros de equipaje -no tanto los porteadores- subimos rápidos por las primeras y tendidas rampas herbosas. Un día cubierto nos acompañaba y la amenaza de lluvia nos espoleaba.
Llegamos a una atalaya rocosa que domina el valle Mackinder, desde donde pudimos por fin vislumbrar los ansiados cuernos rocosos del Kenia. La curiosa vegetación formada por lobelias nos animó el camino a través del interminable valle glaciar, lleno de riachuelos y barro, hasta que la lluvia nos volvió a envolver con su abrazo húmedo.
Muy lejos del horario previsto, en cuatro horas y media estábamos en el Shilton Camp (4.200 m), bajo la tenebrosa sombra del Kenia, oscura y enseñando sus oscuros colmillos entre la niebla. Aprovechamos la tarde para dar una vuelta por los alrededores y admirar los otros picos rocosos que rodean el principal, y que con buen tiempo deparan un montón de posibilidades de trekking y buenas escaladas.
Coloridos estorninos, simpáticas marmotas y exóticos sunbirds nos acompañaron el rato que la lluvia nos dio un respiro. La visión de una montaña bastante cargada de nieve nos dejó un poco helados frente a las expectativas que teníamos. Las lluvias se había adelantado y nos podían fastidiar los planes.

Noche ruidosa, una tormenta estuvo descargando sin parar, así que lluvia abajo y nieve arriba. Madrugamos mucho para subir la Punta Lenana, a 4.900 m. Una subida fácil para aclimatar, y una vez más con la amenaza del mal tiempo a media mañana. Hicimos toda la subida de noche, por lo que debió ser un glaciar hace unos años, pero donde no quedaba más que la capa de nieve que había caído esa noche.
Subimos muy rápido y en menos de dos horas estábamos en la cumbre. Un rato incómodo por la acumulación de nieve y mucho frío en la cima, pero un amanecer increíble sobre un interminable mar de nubes, nos dejaron el espíritu en paz con los elementos, con el planeta y con nosotros mismos.
En cuanto el sol iluminó las dos cimas de la cumbre principal, Batián y Nelión, desde nuestro privilegiado mirador, visualizamos en silencio las distintas líneas y posibilidades de escalada. Se apreciaban perfectamente las opciones de nuestra ansiada Ruta Este, cubierta de hielo en toda su parte superior; y por dónde discurrían las opciones de la Cara Norte.
Un vistazo a la Cara Sur y al famoso Glaciar Lewis, nos descubrió unas condiciones sumamente invernales, para que no nos quejáramos de mala suerte. Es lo que tiene estar situado en la línea del ecuador. Una vez abajo y lloviendo de nuevo, nos sentamos rumiando para tomar una decisión definitiva.
La Este, cubierta de nieve en todos sus tramos clave y que nos obligaría a pernoctar en la cabañita de la Punta Batián, que vimos perfectamente desde la Punta Lenana… o la Norte y otras opciones intermedias, más asequibles, pero menos atractivas para un equipo motivado.
Las horas parados viendo llover, la inanición, la desmotivación, el frío, el sueño, las lesiones, y una aclimatación que se resistía (probablemente por las subidas tan rápidas) estaban haciendo mella en mí. No me sentía preparado para demasiadas penalidades en la Este, pero no quería condicionar la decisión de Curro y Álvaro, que más fuertes y motivados estaban más decididos a subir por la vía más interesante.

De nuevo madrugón, directos a la Ruta Norte. La vía, aunque más fácil tenía un amplio horario para subir y bajar, y preferíamos luz a la bajada. Más aún sabiendo que lluvia y nieve nos iban a acompañar «again».
El maldito dolor de cabeza no me abandonaba y subía la empinada pedrera rumiando como un troll. En la base de la pared, 900 metros de fría y oscura escalada nos quedaban por delante. Me puse el arnés y en cuanto toqué la pared con los dedos, se me electrizó hasta la espina dorsal. Que descarga, que subidón, para esto había venido allí. Atrás quedaron los malos humos y pensamientos negativos.
Salí en pos de mis amigos, que subían como galgos. Empezamos desencordados, nada importaba, ni las regletas llenas de hielo, ni que tuviésemos que imaginar con los frontales en la oscura noche el paso más evidente. Solo valía subir, escalar y disfrutar de la aventura que habíamos venido a buscar. Estaba claro que la decisión había sido correcta, subir en estas condiciones y sin equipo adecuado por la Este habría sido muy penoso, lento y peligroso.
Seguimos desencordados a pesar de que se iba complicando la escalada, la experiencia con el tiempo estos días nos apremiaba a ganar seguridad en rapidez. Superamos algunas estrechas canales y transitamos por la pared ya ensamblados, asegurando los pasos más difíciles hasta que llegamos a un gran circo de piedra con varios vivac, dominado por la mole de la Torre Firmin. Tras él empezaba la ascensión al pilar más complicado, pero acababa de salir el sol y el día era brillante, aunque las nubes se acercaban rápidamente.

En un momento dado la vía gira al oeste, quedando oculto el sol, y por supuesto llena de nieve y hielo. Parecía una norte de los Alpes en verano… creo que si no rezamos a «San Five Ten» no saldremos de aquí.

Curro y Álvaro se dieron unos largos, que sin tener una dificultad en roca más allá del 5+ o 6a, os aseguro que en esas condiciones y a casi 5.000 m. a mi me parecía imposible encadenar de primero. Subí resoplando por el esfuerzo largo tras largo, intentado hacer alguna foto decente cuando no me tocaba asegurar o los temblores del frío me lo permitían.
Un tramo más difícil de lo habitual, mientras nos animábamos y jaleábamos, nos situaron sobre el pilar y a pie de una agreste, vertical, preciosa y fantasmagórica cresta, que afilaba sus agujas hacia el cielo entre la niebla. Avanzamos alegres hacia nuestro objetivo mientras nos envolvía un denso manto de nubes que apenas nos permitían ver unos metros. Subimos un par de agujas que intuimos de las más altas para despejar dudas sobre la cima, y a horcajadas sobre la última, presidimos el mar de nieve helada ininterrumpida de las sur. Cumbre Batian 5.199 m., posiblemente la cumbre más preciada de África.
Las nubes nos impedían cualquier vista de la insondable llanura que nos rodeaba. Sin embargo el encanto de estar en un sitio así, en una cresta tan agresiva, donde solo el calor de las sonrisas satisfechas de los amigos traspasaba el frío y la niebla, era lo que necesitábamos.

Temiendo que la lluvia o nieve nos cayeran encima no nos demoramos y buscamos la línea de bajada hacia la helada torre Firmin que nos preocupaba un poco. Bajamos en cortos rápeles de para evitar enganchones de las cuerdas en la revirada vía y sus afiladas puntas de roca. Habíamos subido y bajado rapidísimo, a plena luz del día y la lluvia aún no había descargado. Foto feliz en el refugio frente a la oscura montaña que desde allí abajo asustaba mirar entre las tormentosas nubes.
Al día siguiente bajaríamos, tras una noche de frío atroz, hacia un merecido descanso disfrutando de un safari en la sabana, que también nos dejaría un recuerdo imborrable.
ACCESO Y RUTAS
– RUTA NARO MORU: la más frecuentada para acceder a la cara norte de la montaña, así como para ascender otras montañas de menor envergadura como la Punta Lenana (4.985 m) o las puntas Melhuish y Thomson. Las vistas a la pared Sureste del monte Kenia son realmente espectaculares.
– RUTA SIRIMON: la mejor si la intención es escalar las efímeras líneas de hielo de la cara Sur de esta montaña. Larga y dura ruta de aproximación.
– RUTA CHOGORIA: transcurre por el flanco Este de la montaña y es una de las más suaves en cuanto a pendientes se refiere.
Una opción interesante es realizar la vuelta al macizo, de esta manera podremos observar en su totalidad las diferentes vertientes de la montaña.
DESCRIPCIÓN DE LA ESCALADA
– La más habitual y accesible es la conocida «Cara Norte Clásica«, ascendida por primera vez en 1944 por los ingleses Firmin y Hicks. No se podría hablar de un horario establecido, ya que dependen muchos factores (aclimatación, nieve o hielo, destreza de los escaladores). Pero es habitual que el horario sobrepase las 10 horas.
– Para acceder hasta su base ascendemos un tramo por el camino de la Punta Lenana, y una vez superado el abrupto resalte rocoso, tomamos a la derecha una gran canal de piedras que separa la pared de un riñón rocoso. Seguimos por una morrena a media ladera, hasta llegar a un caos de grandes bloques de roca (algún hito). Desde aquí es visible la vertical cara Este y los restos del antiguo glaciar. A nuestra derecha, en un marcado canalizo en la pared adornado de grandes bloques empotrados, arranca la escalada. Lo indicada una señal de pintada de color azul.

Hay que extremar la precaución durante toda la ruta. No hay grandes complejidades, pero es frecuente encontrar nieve o hielo que dificulten la progresión tras los frecuentes periodos de inestabilidad.
– Los primeros metros son pequeños resaltes y canales, donde encontraremos más dificultad en seguir la ruta (generalmente de noche) que en superarlos (IV). Tras llegar a una bifurcación de canales continuamos por el margen derecho. Ésta se va estrechando y gana inclinación hasta que se torna vertical en algunos pasos (IV+). Las reuniones se encuentran equipadas, ya que realizaremos el descenso por el mismo recorrido.
– En este punto empezamos a intuir las magnitudes de esta pared, con una sucesión de grandes resaltes rocosos, tremendas canales, pequeños circos y algunas campas. Seguimos por terreno algo más sencillo, y encontramos algunas placas graníticas de adherencia (III) hasta la base de un pequeño muro vertical que se supera por la fisura de su izquierda (IV). Una pequeña travesía y superamos una canal más vertical a pocos metros (IV+) Un tramo muy fácil buscando una pequeña brecha a nuestra izquierda, desde donde se observa el anfiteatro, que no es sino un amplio plató (II) que atravesamos mientras encontramos diferentes emplazamientos de vivac donde pasar la noche.
Sobre el anfiteatro destaca a la izquierda la esbelta y vertical «Torre Firmin«, cuyas verticales paredes escalaremos para continuar hasta la cumbre. Dos opciones, atacar por el margen izquierdo o por el derecho. La escalada por el margen izquierdo es más técnica y difícil. Encontramos bastante material fijo que ayuda a superar las dificultades (V+) en tres largos de cuerda. Escalada vertical y fisuras.

– El margen derecho a priori es más sencillo (V). Superaremos grandes bloques y ascenderemos por alguna canal vertical. El problema de esta opción es que es mucho más sombría, y podemos encontrar hielo o nieve en sus paredes. Ambas rutas desembocan en un pequeño collado. El paisaje es magnífico y ahora se progresa por aristas y terreno escarpado (IV) en una larga y perdedora travesía (algún hito y mucha atención) hasta la cumbre de la aguja Batian.
– Descenso, en rapeles de 25 ó 30 metros, casi todos ellos equipados.

DATOS PRÁCTICOS
El Monte Kenia es la segunda cumbre más alta del continente, tras el Kilimanjaro. Su silueta emerge inconfundible sobre la selva que le rodea y se ve desde muchos kilómetros de distancia. Tiene dos cimas principales: Batián (5.199 m) y Nelión (5.188 m). Para acceder a ambas no sólo se requiere material específico de escalada, sino experiencia y soltura en alta montaña.
– QUÉ ÉPOCA ELEGIR
Existen dos periodos lluviosos: marzo a junio -con importantes precipitaciones- y octubre a diciembre. La mejor época para visitar la montaña es enero, febrero y desde finales de agosto a finales de septiembre, aunque la climatología en general es bastante inestable. Si nuestra intención es escalar las diferentes vías de la cara Sur, la mejor opción es ir en épocas de lluvias (y aguantar hasta encontrar una ventana de buen tiempo). Ya que actualmente, es muy raro encontrar estas líneas de hielo formadas en época seca.
– CÓMO VIAJAR.
Lo más enriquecedor, y normalmente más económico, es viajar por tu cuenta, pero esto exige mucho trabajo previo y un tiempo precioso a perder en cada lugar por el que vayas. Si vas con el calendario apretado no merece la pena. En Kenia está todo muy preparado alrededor de las agencias y mucha gente trabaja de ello. Pero si te animas por tu cuenta es una experiencia inolvidable y un país por el que se viaja cómodo. Nosotros optamos por una agencia local especializada, «Go to Mount Kenya«. Para este tipo de actividad conviene que sean especialistas y tengan claro qué vas a hacer. La empresa es casi familiar, da trabajo a gente de la zona, tienen experiencia en Monte Kenia y Kilimanjaro desde hace 18 años y están familiarizados con las distintas rutas, caras de la montaña y vías de escalada más conocidas. Conviene dejar todo bien atado antes de salir de casa: precios, días de actividad, comida y sus menús, actividades alternativas y, posibles opciones en caso de mal tiempo y sus costes, para evitar luego sorpresas. Acabamos encantados con ellos, las posibilidades de cambio de planes y la rapidez en la gestión. Una gente estupenda, guía, porteadores y cocinero, con los que convivimos unos intensos días y enriquecieron un montón nuestros conocimientos de la zona. Hay que tener en cuenta que cada parque tiene sus tarifas por día y por persona, cocinero, porteador, pernocta en tienda o refugio, transporte, etc. Normalmente hay paquetes por cupos de días determinados. Deberéis contar en el presupuesto con una partida para propinas a la gente que trabaje para vosotros al final del viaje, es la norma allí.
+254 722 751 919/ gotomtkenya@naturaltoursandsafaris.com gotomountkenya.com

– VUELOS.
SWISS ofrece vuelos con salida desde Barcelona, Madrid y Valencia a Nairobi, vía Zúrich. Según horarios de vuelos puede que tengáis que pasar la noche en Zúrich, pero hay un montón de ofertas en los distintos hoteles de la zona cerca al aeropuerto, y con un servicio de autobús gratuito desde el aeropuerto.
PRECIOS. En marzo 2013: en Economy Class desde 542 € (Precio final, todo incluido). Y si deseas disfrutar del lujo de viajar con SWISS en Business Class, desde 1.912 €, todo incluido. Eso sí, podrás disfrutar de un asiento que se convierte en una cama totalmente horizontal de 2 metros de largo, y un cojín de aire con función de masaje.
En la web encontrarás toda la información relativa al viaje y ofertas puntuales a sus distintos destinos. Información sobre el vuelo, duración, horarios y peso máximo del equipaje.
Puedes gestionar la reserva y compra de tu billete ahí mismo.
901 116 712
www.swiss.com/spain
– DATOS DE INTERÉS.
Los datos principales sobre cómo moverse por allí: transporte, moneda, visado necesario, dónde conseguirlo, vacunas necesarias (como la malaria,fiebre amarilla o tifus), lo podéis ver en la web oficial magicalkenya.com
Oficina de Turismo Kenia:
C/ Cardenal Cisneros 51, Madrid.
915 401 805 / kenia@interfacetourism.com.
La embajada también está en Madrid, pero será más cómodo sacar el visado directamente en el aeropuerto. Calle Jorge Juan, 9, 3º;
917 812 000 / www.kenyaembassyspain.es
MONEDA.La moneda nacional de Kenia es el chelín keniano (Ksh o KES). Cada chelín se divide en 100 céntimos. Compras locales, comidas y pequeñas propinas se pagan en chelines. En principio ellos prefieren dólares por costumbre, pero el euro es perfectamente válido, así que no os molestéis en llevar dólares.
