Seiland, packraft y escalada en Laponia Noruega. Parte 2.

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DÍA 3 LA ESCALADA, INDY 450 metros 6a

Tras una luminosa y desconcertante noche, en estas fechas teníamos 24 horas de luz, nos levantamos con un magnífico día. Un día de esos que no se repite en mucho tiempo, de hecho , fue el único día que vimos el sol en nuestra estancia en Seiland.

Esta vez el desayuno no fue tan prolongado e intentamos «aligerar» el proceso a sabiendas de lo que nos quedaba por delante. Pese a todo nos tomamos dos cafeteras de café y nuestro pan de pita con mermelada y mantequilla. Manjares con los que soñaba al acostarme con el vacío de la cena la noche anterior.

La tarde anterior explorando la zona

La aproximación hasta el comienzo de las dificultades ya la conocíamos, habíamos aprovechado un paseo la tarde anterior para otear y examinar la zona. Era rápido y sencillo a través de una morrena glaciar, testimonio de lo que llegó a ser las pequeñas manchas de hielo que se esforzaban en tener continuidad por las laderas rocosas.

En poco tiempo atravesamos el pequeño tramo de glaciar, que justo moría en las proximidades y empezamos la escalada. Los primeros metros eran una sucesión de pulidos y resbaladizos resaltes rocosos, efecto sin duda de la erosión milenaria del paso del glaciar.

Los primeros metros de escalada
El terreno poco a poco ganaba verticalidad

Poco a poco ganábamos verticalidad y los resaltes rocosos ganaban metros. La escalada era lógica y el haber memorizado y ubicado diferentes hitos y referencias la tarde anterior ayudaba en no perderse en semejante mole rocosa.

El ambiente en la pared era escalofriantemente espectacular, magnificado más aún si cabe por el perfecto día de sol. Ni una nube, ni rastro de lluvia, el viento en calma.

Progresamos rápidamente, el terreno era sencillo (máximo V+/6a) y aunque la pared era de magnitudes considerables, terminamos de escalar con ganas de más. Habíamos escalado el Contrafuerte Este del Seilandstuva que con sus 1078 metros es la cota más alta de la isla.

En una reunión intermedia
La vía Indi 450 metros 6a

La vía desemboca en un extensa planicie rocosa en la que hay que andar por un tiempo hasta ver la cumbre verdadera, una atalaya rocosa situada en un lugar con vistas espectaculares.

El día continuaba espectacular, muy soleado. Incluso en la pared, al arropo de las grandes rocas, hacía calor. Así que decidimos tomarnos el día de relax y disfrutar del descenso por el poco empinado glaciar hasta que este desapareció y dio paso a una sucesión de gradas herbosas que poco a poco descendían hacia el Collado.

Una vez en el campamento pudimos saborear el día, las vivencias y sobre todo las emociones que semejante lugar nos había proporcionado. La noche continuaba calma y desconcertantemente luminosa.

El descenso por el Glaciar de Seilandstuva

DÍA 4 EL DESCENSO

Llueve, la espesa y fría niebla nos engulle y es como si el día de ayer no hubiera existido. Seiland ha regresado con toda su dureza y encanto.

Un pretexto perfecto para alargar nuestro querido desayuno y charlar. Me gusta hablar con Oli, no suele ser una persona habladora en grupos sociales y la verdad es que yo tampoco suelo serlo, pero entre nosotros se produce una verborrea que en ocasiones me sorprende. Más aún cuando tocamos temas en los que ambos queremos ganar la razón a base de largas exposiciones intelectuales.

Eran las 10 de la mañana y aprovechando que había dejado de llover, desmotábamos la tienda y volvíamos a empacar todo en nuestras pesadas mochilas. Hoy comenzaríamos el descenso hacia la vertiente Norte a través del caos de inmensas rocas y las fuertes pendientes nevadas que descienden del collado.

Preparando el desayuno

Lo que en un principio iba a ser un día tranquilo se tornó en una lenta y agónica marcha hacia el valle. Quizá pequé de conservador, pero preferí descender atravesando una de las lenguas nevadas hasta una ladera pedregosa que encarar la pendiente hasta el final del valle.

Este hecho, sin duda, hizo que nuestra progresión fuera mucho más lenta. Pero se me antojaba más segura para Oli, ya que un posible resbalón en la pendiente nevada con una mochila de 30 kilos en una ladera de 300 metros de desnivel, no auguraba nada bueno.

Cuando la pendiente perdió inclinación por fin pudimos progresar por el manto blanco con comodidad y seguridad.

Descendiendo del collado

Las espesas nubes apenas nos dejaban otear las grandes agujas rocosas que formaban el paisaje, esas agujas que vimos en la foto de José Mijares y que nos incitaron a visitar la zona. En un instante en el que la espesa cortina de nubes hizo amago de disiparse, pudimos ver al fin el entramado rocoso que nos rodeaba.

Aprovechando que encontramos un idílico lugar a pie de las paredes, ubicamos nuestro campamento por unos días y aprovechamos los pocos momentos de visibilidad para tratar de identificar una posible pared en donde escalar.

Y sí, la encontramos. Una esbelta aguja rocosa que se situaba en la zona baja de la ladera rocosa y que por este hecho permanecía en ocasiones libre de la espesa y húmeda niebla.

La tarde se presentaba fría y húmeda, las densas nubes se apretaban más aún a la orografía del terreno y el cansancio de los últimos días hacían mella en nosotros. Hicimos una suculenta cena y nos acurrucamos en nuestros sacos de dormir.

Sombras y luces entre los colmillos rocosos

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