En más de una ocasión he mantenido una conversación sobre la descendencia y la responsabilidad que eso acarrea. Oli, una persona que quiero y respeto mucho dice textualmente: » Para tener hijos y animales las personas deberían pasar un examen«

Y en parte estoy muy de acuerdo con lo que dice, aunque creo que en mi caso, ese día falté o sin más copié. Simplemente porque no pensé en las consecuencias ni las repercusiones que tendría en un futuro. Y ni mucho menos estaba preparado para el aluvión de cambios drásticos que mi vida iba a sufrir.
Pero bueno, después de 6 años aquí estamos. No sólo yo, si no que también ha sobrevivido él. Para mí todo un logro.


Siempre he sido de la idea de dejar fluir y evolucionar a las personas que me rodean. Pero en pocas ocasiones lo he podido llevar a la práctica, puesto que mi ansiedad e hiperactividad terminan por llevar a todo el mundo en varios kilómetros a la redonda al desastre.
Pero con H creo que es diferente, me gusta verle explorar e ir guiándole «sigilosamente» hacia un nuevo descubrimiento. Sin prisas y sin agobios, dejarle fluir aún a sabiendas que posiblemente sus actos en ese mismo instante puedan terminar en drama. Y es que, si echo la vista atrás me veo a mi mismo rodeado de mis amigos haciendo y descubriendo mil y una situaciones. Sin nadie que nos supervisará, ni que nos sobreprotegiera, éramos «pequeños salvajes» que habitábamos los parques y campos colindantes a nuestro hogar. Y pese a todo, ninguno terminó mal, y os puedo asegurar que el castizo barrio madrileño de Moratalaz en los años 90 era para ello.

Inevitablemente H se ha topado con la escalada, por suerte o por desgracia Oli y yo estamos la gran parte de nuestro tiempo escalando o practicando todo tipo de deporte al aire libre. Desde muy muy pequeño ha estado en contacto con la montaña y creo, por lo que me comenta y percibo, que le gusta.
Nunca le he obligado a escalar, es más, la gran mayoría de las veces se me olvida llevar sus «cosas«. Incluído la comida y el agua (yo es que no soy mucho de comer ni de beber cuando escalo), lo que acarrea sendos enfados por una parte y por otra.

Pero a medida que se va haciendo mayor, y vaya que si se hace, H pronuncia una frase con cierta frecuencia: «Papá, quiero escalar !»
Supongo que a más de una persona, al escuchar esto, le podría dar una especie de infarto de miocardio. Yo no identifico muy bien aún lo que siento, me gusta escucharlo sin duda, y daría mi vida porque practicará este deporte en vez de fútbol todos los Domingos. Pero no me veo como Marcel Remy escalando con él.

Esto o se lleva dentro o no se lleva y el tiempo dirá que caminos quiere escoger. Y si realmente quiere seguir yendo a la montaña o simplemente se ve arrastrado por la inercia de lo que le rodea.
Mientras tanto, lo pasamos bien.



Increíble post…no había tenido la ocasión de leerlo por todo lo que ha pasado recientemente, no tenía ánimo la verdad, pero me ha erizado la piel lo que dices y tus reflexiones. Yo lo vivo desde fuera y corroboro cada palabra, hasta el no llevar agua ni comida :)), y veo y siento a H, veo sus ojos encendidos y su risa cada vez que va a la montaña o a escalar con su papi…y es que pienso que H tiene mucha suerte, dispone de muchas «vidas» diferentes que le rodean, de forma que a medida que vaya creciendo tendrá muchas opciones para elegir…sin agobios, sin presiones, de forma sigilosa, y es que…no todos los niño tienen un superpapi escalador 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias por el comentario Oli, la verdad es que tenemos mucha suerte de estar los tres juntos. 😉
Me gustaMe gusta