
Por: Carmen Marchena, sobreescalada.com
Esta es sin duda una película de aventuras, sin embargo, como algunos otros títulos del mismo género, lleva implícita algunas reflexiones más profundas. Entre ellas y para mi la más importante, es el vínculo que anhelamos la especie humana con otras especies, en este caso la especie perruna, ese vínculo profundo, insondable e indestructible que sólo pueden comprender aquellos que alguna vez han formado parte de él.
Me pregunto qué nos lleva a los humanos a este tipo de relación, este tipo de amor tan incondicional, tan fuera de otros «amores» y relaciones con nuestros semejantes, y me respondo que si será ese anhelo de formar parte de lo salvaje, de ser aceptado por todo aquello que hace tiempo abandonamos, o si será simplemente por esa necesidad de amor «puro», sin máscaras, que nos brindan los animales. Realmente a pesar de hacerme esa pregunta una y mil veces en mi existencia, nunca consigo una respuesta clara, de lo que si estoy segura es de que obtener ese tipo de amor de otra especie y en este caso, la cánida, es de lo más pleno, bello y profundo que pueda ocurrir en una vida y que además perdura en la eternidad allá donde habite el amor dentro de nosotros.
Y de nuevo, entre parajes salvajes e inhóspitos, se establece una vez más ese vínculo. Me vienen a la memoria esos otros títulos similares como la ya antigua «Colmillo blanco» o la más moderna «Bajo cero», que si bien no puedo decir que sean las mejores películas del mundo ni mucho menos, pero aúnan las suficientes peculiaridades para que no pueda dejarlas pasar: tierras inhóspitas, animales, sentimientos y la búsqueda de la libertad entre otros fines.
Sin embargo Togo, no solo ahonda en el vínculo entre humanos y perros, sino que desmembra de forma fidedigna una historia real que ya nos habían contado antes; pero como ocurre en muchas ocasiones en la vida y sobre todo en la montaña, los que se llevaron la gloria y el reconocimiento no fueron los protagonistas de verdad, sino otros, que por decirlo de alguna forma «andaban por allí» en el momento y el lugar propicios para el oportunismo. De hecho, si alguien es aficionado como yo a las películas de animación poco convencionales (aunque ésta es lo bastante convencional para ser conocida), existe una película de Universal Studios, «Balto» que precisamente nos cuenta esta misma historia, pero donde los méritos no son los reales.
Y aunque la película pasa «de puntillas» por estas reflexiones, cabe tomar conciencia de cuál viene a ser la búsqueda interior: si la fama y el reconocimiento, o por el contrario, la plenitud y la autosatisfacción de conseguir nuestras metas marcadas…
Y como dicen por ahí, aunque el hábito no hace al monje, un aliciente añadido a este film es su protagonista, uno de mis actores de culto más venerados: Willen Dafoe, fetiche de directores como Abel ferrara, Werner Herzog, Martin Scorsese o Lars Von Trier, lo cual le hace ganar en calidad e interés para los momentos en los que busquemos esa película con la que evadirnos sin demasiada complejidad, con un gran toque de aventura y mucha naturaleza. Espero que la disfrutéis.
