Este fin de semana se va a proyectar en la Fundación Abanca de Vigo el documental «Reto Pelayo Vida Polar». Un documental que trata sobre cinco mujeres que han sufrido cáncer y que se aventuran en el interior del Inlandis en Groenlandia.
En esta ocasión tuve la gran suerte de ser el «jefe de la expedición» y uno de los guías, junto a Carmen, Gilles y Franchesco que participaron en la actividad y en el documental.
Una maravillosa y dura experiencia que se ve reflejada en estos casi 60 minutos de imágenes capaces de hacer que se te erice el bello y se te encoja el corazón.
Fruto de estas vivencias han visto la luz dos libros. Uno de ellos, un fantástico diario de la expedición que narra mediante dibujos y textos los duros días de estancia en el hielo, por Encarnación Díaz. Y «Encordados», por Ana Belén Olivo, que plasma de una forma divertida y un enfoque desenfadado lo ocurrido en durante la expedición.
Ana me ofreció escribir el prologo de su libro, que a continuación os dejo:
«Cómo te trata la vida, cuánto vale lo que tienes?
Ni mucho menos me voy a permitir el lujo de quejarme de los cambios que mi vida ha sufrido desde que dejamos la inmensidad helada del interior de Groenlandia. Pues entiendo, que estos han sido beneficios para mí y las personas que me rodean.
Pero que sucedería si estos cambios fueran radicalmente diferentes, qué sucedería si tuviera Cáncer?
Esther, Lore, Mika, Encarna y Ana fueron seleccionadas de un extenso grupo de mujeres. Un denominador común, demasiados parámetros a valorar y la responsabilidad de ser una de las personas que aportara bienestar a unas pocas elegidas e insatisfacción al resto de integrantes.
No tuve la oportunidad, pero desde aquí os pido disculpas a todas aquellas que no nos pudisteis acompañar. Todas y cada una de vosotras lo merecíais.
Gracias a todas ellas, comprendí que el espíritu del alma se puede lastimar e incluso mutilar, pero es casi imposible matarlo. Y gracias a ellas, empecé a admirar los ovarios de todas aquellas mujeres que habían sido capaces de llevar semejante manto y seguir caminando resueltamente, cantando, creando y disfrutando.
Dejando de un lado los logros deportivos, los retos, las cifras escalofriantes de temperatura y cualquier otro parámetro que pueda entorpecer lo realmente importante, me voy a centrar en las vivencias.

Kalaallit nunaat, la tierra de las personas, de los Inuits. En donde el aire, la noche, la luz del sol, el frío y el manto blanco se vuelven necesidades imprescindibles. En donde no importan las vidas imperfectas, tienen alegría.
Qué mejor lugar para compartir con estas mujeres, para vivir una experiencia única de superación, reafirmación y recompensa.
A lo largo de los días en el interior de ese manto blanco agrietado que lo cubre todo, llamado Inlandis, he tenido la gran suerte de verlas saltar y correr, reír y llorar, de cómo instintivamente su naturaleza salvaje se agarraba con fuerzas para continuar, a veces con estilo y otras con torpeza, pero siempre adelante.
Ana fue una de estas mujeres, su carácter jovial, su peculiar sentido del humor y forma de ver la vida y su hiperactividad verbal, la hacían única a la hora de enfrentarse a las duras condiciones a las cuales éramos sometidos.
Pocas personas he conocido con esta compleja sencillez, capaz de arrancarte una sonrisa en los momentos más severos o de compartir sin timidez lo que habita en el interior de su mente.
Los Inuits dicen que cuando se mezclan el aliento de un dios animista y el aliento de un ser humano, la persona crea una poesía profunda y sagrada. De seguro, que las frases que a continuación vamos a encontrar no nos dejarán indiferentes.
Fue un placer compartir cuerda con vosotras».
Amaroq Isikkia