Por: Curro González, sobreescalada.com
No hace mucho, H me sorprendió con una pregunta que me hizo reflexionar sobre mi estado actual, la pregunta en cuestión fue sencilla y tremendamente quirúrgica:
– Papá, ¿Tú que sueño tienes? El que más ilusión te haga…
En otra época de mi vida le hubiera avasallado con mil y una ideas e ilusiones, pero en esta ocasión me quedé en blanco, fue tal el shock al percatarme de que no podía contestar, que lo primero que me vino a la cabeza fue lo que nos decía mi abuela cuando éramos pequeños:
«Que estéis bien y crezcáis, sin penurias ni calamidades»
Mientras reencuentro los grandes sueños olvidados, me conformaré con ir realizando actividades que me resultan novedosas y divertidas, y si las puedo compartir con amigos y seres queridos, pues mejor.

Una de estas actividades que tenía en mente era precisamente la que a continuación os detallo.
La denominada Cresta del Dragón es el abrupto y espectacular cordel rocoso que parte de las inmediaciones del Puerto de la Quesera, concretamente desde la cumbre de la Peña de la Tiñosa hasta las cotas altas del Corralón, lugar en donde podemos continuar el recorrido por la Cuerda de Mal Calzado o desviarnos hacia el punto geodésico de la Atalaya.
El paisaje solitario y salvaje de la Sierra de Ayllón poco tiene que envidiar al de las grandes cordilleras, tan solo tiene un pero, la cada vez más afluencia de personas que vienen a deleitarse de las vistas y los frondosos bosques, algunos de ellos de Hayas.

A sabiendas de esto, iniciamos nuestra actividad con la calma y para asegurarnos la soledad absoluta comenzamos a las 14h. Un horario en donde el bullicio se concentra más en los suculentos restaurantes de la zona, que en las ya recorridas pistas y caminos.
El día era sorprendentemente gélido (algo que difería mucho de las temperaturas primaverales que teníamos en los valles) y nos sorprendió por completo, sobre todo a Oli que iba «de corto«. Menos mal que a lo que se refiere al tren inferior, dispone de un sistema Isotermo que le permitió realizar la actividad de una manera normal, sin más contratiempo que algún raspón en la parte final de la ruta.
Por contra yo (como buen perro viejo), me vestí con mis galas largas, pero se me olvidaron los guantes. Así que cada uno de nosotros, llevaría su pequeño calvario en silencio, durante el largo recorrido.

El comienzo de la ruta no tiene pérdida, y transcurre por un marcado camino más o menos paralelo a la carretera, para más tarde afrontar los continuos desniveles hasta el Collado de los Lobos, lugar en donde encaramos la fuerte pendiente para subir a nuestra primera cumbre, la Peña la Silla. Las vistas desde este lugar al macizo del Pico Lobo son maravillosas.

Desde aquí ya vislumbramos la parte más escarpada del recorrido, pero para acceder hasta ésta, deberemos seguir ganando altura hasta las inmediaciones de la Peña de la Tiñosa. Una cumbre que queda a desmano, pero que es totalmente recomendable ascender, por sus espectaculares vistas hacia el Hayedo de Tejera Negra y los macizos colindantes.
La Cresta del Dragón es un divertido y sencillo terreno de montaña, que podremos complicar más o menos según nuestro nivel o interés, pero no podéis olvidar que estas condiciones técnicas pueden cambiar drásticamente si el terreno se encuentra mojado o con nieve.

Para culminar el recorrido, justo al terminar las citada cresta, podremos ascender al mirador natural de la Atalaya, algo que parece ser lo clásico en esta ruta. Otra alternativa, como os comenté, es continuar el cordal natural de la montaña hasta las praderas del Espino, por la denominada Cuerda de Mal Calzado.
Para el retorno, será necesario desandar lo transitado hasta que veamos evidente una larga media ladera (algo incómoda) que va a buscar una marcada senda, que transita por la falda de la ladera al otro lado del valle, y nos deposita en la carretera que desciende del Puerto de la Quesera. Tan solo nos queda recorrer los poco menos de 2 km, hasta terminar la jornada.


Yo recomendaría regresar de nuevo por el mismo recorrido, que para nada se hace monótono, ya que se rompe un poco la magia al llegar a la carretera. Dejaría el retorno anteriormente descrito, como posibilidad de abandono si el tiempo cambiara, si fuera peligroso transitar de nuevo por la cresta o por fuerzas mayores.
En definitiva: un sorprendente y espectacular recorrido que a priori, deberéis emprender sin demasiado temor a las dificultades técnicas, pero sí con cierta preparación física, para aguantar sus casi 15 kilómetros y 800 metros de desnivel positivos.
