Por: Curro González, sobreescalada.com
«Los planes originarios del comienzo de las vacaciones, fueron fluctuando a medida que la incertidumbre del disfrute de las mismas, iba ganando terreno y también perdían fuerza exponencialmente a cada paso que nos acercaba al arranque del punto de salida».
Tanto a Oli como a mi nos apetecía disfrutar del mar en nuestros Qajaq, algo que desde un principio se nos antojaba idílico y solitario. También queríamos escalar y disfrutar de parajes nuevos que aportaran algo de ilusión y frescor a los ya tan concurridos sectores cercanos a casa.

De esta manera retomamos el plan que llevamos a cabo en la costa levantina, algo que nos supuso una grata experiencia y satisfacción al poder combinar estas dos actividades que tanto nos gustan y complacen.
Así que buscamos otro lugar para poder realizar dicha combinación, algo realmente complejo fuera de las costas levantinas, no por falta de mar, pero en lo referente a lugares de escalada cercanos a la costa y combinables con el kayak, la cosa se complica.
Buscando, por fin encontré una combinación posible en las costas catalanas, escalando en las paredes de Garraf y descendiendo por mar a lo largo de una gran travesía de casi 200 km hasta las siguientes «grandes paredes» que encontramos enclavadas en la Sierra del Montsiá, cerca de San Carles de Rápita. Además, esta combinación nos daría la oportunidad de conocer el Delta del Ebro, mágico lugar que bien merece una visita.


Pero como ya os comenté, las dudas nos asaltaron desde el primer momento, y también en pleno viaje, y después de una última consulta de la costa en Google Earth, tomamos la decisión de acortar el recorrido y centrarnos en las inmediaciones del Delta del Ebro. La costa se nos antojaba aburrida y monótona desde Castelldefels hasta pasado Tarragona y los tórridos días no auguraban nada bueno.
De esta forma y tras una insufrible noche de calor en el puerto de L’Hospitalet del I’Infants, amenizada por la música de las hordas de mosquitos, partimos a la mañana siguiente camino a San Carles de Rápita.
Los días iban a ser espectaculares y la previsión del viento (tan temida por estos lugares) parecía que nos respetaría, al menos durante largos periodos de tiempo en el mismo día. Algo que aprovecharíamos para poder avanzar en nuestro camino o al menos esa era nuestra intención.
En poco tiempo pasamos por el primer punto de interés del viaje, la central nuclear de Vandellós. Sí, ya sé que nada tiene que ver con el maravilloso ecosistema costero de nuestra península, pero a nosotros nos hacía gracia.

Después de mil chistes de aguas radiactivas que relucen por la noche, peces de tres ojos, nécoras de «ametro» y sirenas mutantes, apareció el viento.
Ostia con el viento, el mar plato se transforma en un carrusel deportivo que se desordena y agita a medida que choca con el abrupto perfil costero que reina por estos lugares. Unos pequeños acantilados rocosos que mucho distan de los hermanos mayores gallegos, pero que igualmente dificultan un eventual desembarco de emergencia.
Alargando, alargando el día, por fin visualizamos una cala en donde desembarcar. Algo que llevamos a cabo surfeando con nuestros kayak grandes olas, un hecho que levanta expectación, admiración e incluso algún aplauso de bañistas y playistas. Pero realmente los grandes sorprendidos somos nosotros, al llegar sanos y salvos a la orilla sin haber pegado antes tres vueltas de campana.
Arena fina, duchas, un chiringuito tranquilo a lo lejos con música en directo, tintos de verano. Hemos llegado al campamento !!

Amanecimos pronto, la previsión era de viento, así que estábamos dispuestos a aprovechar el día desde bien pronto. Para todos aquellos que no estéis acostumbrados a navegar os voy a explicar brevemente la importancia de tener en cuenta este factor tan importante.
El viento en el mar, generalmente, es sinónimo de oleaje. Ya sea de fondo (ondulaciones largas y regulares más o menos ordenadas) o de viento (ondulaciones dispares y desordenadas). En las dos situaciones anteriores nos lo podemos pasar bien, eso sí, siempre y cuando la cosa no se desmadre, algo habitual cuando te encuentras metido de lleno en ellas.
Para que os hagáis una idea, para que empiece a haber olas de viento, éste debe empezar a ser de 1 m/s. La previsión para el día de hoy era de 8 m/s.
Todo esto está explicado de una forma muy sencilla (existen muchas variantes), pero más o menos os hacéis una idea, no?

Bastante rápidos llegamos a la localidad de L’Ampolla, la costa era bonita. Con la misma tónica de pequeños acantilados rocosos (con alguna peculiar cueva) y pequeñas calas ocultas. Pasamos rápidamente de largo esta localidad para adentrarnos en la desconcertante Bahía del Fangar, antesala del Delta del Ebro.
Esta tranquila Bahía está formada por los sedimentos depositados del río Ebro, formando un bucólico y laberíntico paisaje de dunas de arena y aguas generalmente tranquilas y poco profundas.

Anduvimos bastante tiempo por el interior de la bahía, saboreando cada rincón, navegando entre Flamencos y disfrutando de los solitarios parajes que ofrece este lugar.
Terminamos el día en las extensas playas en donde el agua nunca te cubre.