Por: Curro González, sobreescalada.com
Hace ya algún tiempo, diría yo que bastante, cayó en mis manos un panfleto publicitario sobre una marca de montaña conocida. El producto en sí no me sedujo, lo que me dejó fascinado era lo que contenía en su interior. Nada más y nada menos que las «Seis cara norte de los Alpes«.


Ramón Portilla figura del montañismo sobradamente conocido, era el que mediante el intento de la realización de cada una de ellas, probaba y diseñaba el material publicitado.
Os puedo asegurar que guardé como «paño en oro» aquella información, de hecho aún la conservo como marca páginas en las guías de escalada de Alpes. Y con el tiempo he podido escalar alguna de ellas, aunque si os soy sincero, nunca me obsesionaron.
Una de las «Seis cara norte» se encuentra en Dolomitas, en la famosa y temida cara norte de la Cima Grande Di Lavadero. Un impresionante muro vertical que acongoja desde la distancia, pero que al acercarte, asusta.
La característica roca Dolomía, la verticalidad que en ocasiones roza el desplome, el tacto, la humedad, el frío, el vetusto aseguramiento, el sombrío paisaje… Todo se une para recibirte en los cerca de 600 metros de desnivel de escalada, sólo hay que armarse de valor e intentar disfrutar.
Recuerdo con especial cariño esta escalada, con el cariño que proviene de la pérdida y la ausencia que produce la muerte. Carlos Tormo amigo y compañero no sólo en esta actividad, si no en infinidad de escaladas y esquiadas, se fue a otro lugar a escalar hace ya algún tiempo.
Nos levantamos pronto, un hecho que nos otorgaba cierta ventaja a otras cordadas y a no pagar en la entrada al parque. Ya conocíamos el camino, llevábamos 10 días escalando todas las clásicas del lugar, así que aunque este no tiene pérdida, fuímos a «tiro hecho» .
En la pendiente pronunciada que da acceso a pie de vía recibimos una metralla de piedras proveniente de la cumbre. El sol estaba acariciando las rocas y éstas se despertaron, lo mismo nos sucedió a nosotros, despertamos rápidamente. Había que estar atentos.
Tenemos solamente una cordada por delante, de hecho no hay más personas. Sin duda la previsión del tiempo de esta última semana ha hecho que los escaladores se lo piensen. Ni un sólo día de buen tiempo, nos llovió, nos nevó y el viento nos azotó, pero escalamos todos y cada uno de los días que anduvimos en el valle.
Nos repartimos la vía en dos partes, yo escalaría todos los largos hasta donde acababan las dificultades. Y Carlos tomaría las riendas hasta llegar a la cima, en los largos considerados fáciles. No os dejéis engañar por este hecho, podrían ser de menos dificultad, pero era en donde se concentraba la esencia de la escalada en Dolomitas. Roca descompuesta, largas travesías, cascadas de agua en las chimeneas y sin un sólo seguro fijo.
Por otro lado, yo estaba obcecado en escalar la vía íntegramente en libre, ya que la considerada parte difícil cuenta con numerosos puntos de aseguramiento y la dificultad rondaba el VII (ese de estos lugares).


En uno de los largos más espectaculares y fotogénicos de toda la vía sucedió algo:
Buff, Carlitos al loro, estás conmigo?
Si niño…
Buff, buff… (un paso más)…
(Giro la cabeza en dirección a él y observo a Carlos asegurándome desde aquella pequeña repisa, la mano derecha se alzaba al aire sosteniendo la cámara fotográfica. La izquierda sujetaba un cigarrillo humeante, y a la vez, la cuerda inactiva que salía del sistema de aseguramiento. Una gran comba de cuerda se precipitaba al vacío en dirección a mí….)
…..
No jodas !, no te agarres… que pena niño…
El resultado fue este:

La ruta en sí no tiene pérdida, recorre el sistema de diedros y fisuras más evidentes que surcan la pared (cordinos y clavos adornan la roca). En lo único que deberemos prestar atención es en hacer una larga travesía aérea hacia la izquierda cuando la chimenea se hace más ancha en la parte superior.
El descenso es algo complejo, una vez en la cumbre (por donde podemos acceder trepando desde el final de la feixa), deberemos realizar todo tipo de destrepes y rápeles. Está marcado, pero no bajéis la guardia porque os podéis «enmarronar«.
Tras pasar una larga temporada en el valle decidimos ir a escalar otra de la nortes, el Piz Badile. Pero eso es otra historia.
