Por: Curro González, sobreescalada.com
Los planes truncados por el mal tiempo para estos días, dejaron un gran vacío en la agenda; se nota que me acerco al medio siglo de vida, hace años hubiera ardido en cólera y ansiedad, pero ahora disfruto con los quehaceres de la modesta serranía que rodea el lugar en donde habito (aunque he de deciros, que cada vez más fuerte, tengo la necesidad de marchar).
Lunes
No estaba planeada la actividad de éste día, salía de guardia y no habíamos pasado buena noche, las legañas y los ojos hinchados pesaban más que las ganas de realizar esfuerzos complejos con el cuerpo.
Pero tenía un compromiso y había quedado con Luis en el Puerto de Navafría, al llegar a casa Ponyo con ojos melosos me empieza agobiar (si no pesara casi 50 kg podría zafarme de él, pero sabe hacerse notar); éste quiere correr, pensé.

No se puede considerar un cánido hiperactivo, pero como a mí, le va la marcha (la diferencia es que él llevaba horas durmiendo y a mí me tientan las sábanas).
El segundo café de la mañana parece que despierta el agotado instinto de libertad, y pronto crece en mí, la idea de correr por el monte con mi amigo peludo.
Una cosa lleva a la otra y cuando me doy cuenta, estoy echando el bofe en las empinadas cuestas de la cómoda pista que hacía de base a la ya desaparecida «pista de esquí de fondo», camino del Pico del Nevero 2.209 m.
En el descenso transito junto a las planicies que usamos para despegar con nuestros parapentes y una gran nostalgia me invade, ¿cuánto hace que no vuelo?
Llegamos Po y yo al Puerto de Navafría, justo a la hora para encontrarnos con Luis.
Martes

Dormir con las ventanas abiertas de «par en par», sin cortinas y con la persiana subida a tope, es un placer. Te duermes con los grillos y los característicos ruidos nocturnos del campo que te rodea, y cuando llueve, el olor a tierra mojada inunda la habitación.
Por contra, los días de luna llena, tienes que dormir con gafas de sol y a las mañanas de primavera y verano, despiertas de un respingo de la cama pensando que la claridad existente es a causa de un abuso prolongado de la horizontal, cuando en realidad son las 7 de la mañana.
Justo ésto último me pasó, eran las 9 de la mañana y ya andábamos Ponyo Alberto y yo, dando un paseo por el Vellón.
Sé que a muchos de vosotros éste lugar os genera aversión, pero cuando la paz reina, es un precioso lugar para pasear.
Mientras Ponyo gestiona sus asuntos, yo me dedico a observar la gran variedad de fauna que habita la zona, es muchísimo más amplia que las ya conocidas «Dominguerus vulgaris», «Escalatoris rocódrumus» y «Bicho garrulus», tan comunes en la zona.

La ansiedad se apoderó de mí al llegar a casa, era demasiado pronto para quedarse sin plan, pero guardaba un «As» en la manga.
La visita al Vellón me había transportado a tiempos pasados, y pronto pensé en una actividad totalmente compatible con la lluvia, el Kayak.
Así que al llegar a casa, subí al techo de la furgoneta a Prudencio (mi Kayak de mar de cinco metros y medio) y me fuí al embarcadero del Embalse de Pedrezuela.
Circunvalar el Embalse de Pedrezuela suena a actividad épica (propia del mar de norte), pero es un agradable paseo de unos 21 km, en donde disfruté de la soledad, la lluvia y el característico sonido que genera la pala groenlandesa al entrar al agua.
Miércoles

Curiosamente, la tarde del Martes, Nacho me lanzó una propuesta para el día de hoy.
Digo curiosamente, porque el plan era volar con el Parapente en el Mondalindo (el Lunes había pensado en ésto mismo).
Esta vez marché sin Ponyo, se quedó mirándome fijamente, es un experto en el chantaje emocional (lo malo es que le funciona).
Casi un año había transcurrido desde la última vez que estuve en el Mondalindo, ese día fue realmente traumático, al sufrir un accidente mortal uno de nuestros amigos.

Desde luego que había volado otras tantas veces de otros tantos lugares desde aquel día, pero al Mondalindo ni me había acercado.
Con tanta inestabilidad no sabíamos a ciencia cierta si podríamos volar, pero para allá nos fuimos; cuestón, sudada de la buena y a esperar a que las condiciones de despegue lleguen.
Tras unos intentos infructuosos, Nacho despega finalmente, pero yo no.
Justo cuando voy a tirar la toalla, el nulo viento se alínea, y aprovecho para pegarme la carrera.
Buen vuelo y bonito reencuentro.
Jueves

Qué manera de llover, he tenido que cerrar la ventana porque he pasado del olor a tierra mojada, a humedad tropical.
Hoy me encuentro cansado (a parte llueve a cántaros), hago el remolón, sin rumbo.
Ponyo parece tranquilo, está recostado junto a mí, pero cada vez que me levanto de la silla se incorpora, como esperando a esa voz divina que diga: ¿vamos?
No hace mucho recibí un mensaje de Fernando Cobo recordándome una vía de escalada en las Agujas de la Cabrera que me faltaba por realizar, la tenía en mente para algún día de esos «cortos».

Ponyo, ¿vamos?
El cielo que cubría las Agujas de la Cabrera no auguraba nada bueno, llevaba observándolo un tiempo desde casa, y pensé que era la oportunidad (a las malas, nos habríamos dado un paseo Po y yo hasta el collado Alfrecho).
Finalmente pude escalar la vía en solitario, entre estrepitosos truenos y algún que otro rayo cercano (al menos eso parece cuando ves la luz) comencé el descenso hasta pie de vía, mucho antes de ello, Ponyo ya había trepado a mi encuentro.
Viernes

Pues resulta que, después de casi toda la semana, he comprendido el algoritmo.
La previsión meteorológica dan tormentas a todas horas, no vaya a ser; pero el «asunto» está despejado por la mañana, hasta que se pone a llover; tiene una lógica aplastante.
Me despierto, mirada para el Este (la Pedriza), mirada al Oeste (Patones) y mirada al Norte (la Cabrera), el Sur no me interesa que es donde está Madrid, hoy se escala.
Patones no defrauda.
Sábado y Domingo
Durante estos días voy a practicar un deporte poco practicado por mí, es quizá el más arriesgado de todos los que practico, se llama sociabilizar.
Fin de semana con H, fiesta de cumpleaños sorpresa (¡felicidades Joaquín!), jornadas maratonianas con H hasta resolver el cubo de Rubik (¡Qué vicio!), visita al cine en el epicentro del ocio de la zona Norte de Madrid: Plaza Norte 2, …
Terminé exhausto.
Lunes

Parece que la botella de vino que me bebí anoche, mientras veía un documental sobre Amy Winehouse, ha hecho efecto.
Me levanto recuperado, miro hacia Peña Negra y me apetece correr (este día nos mojamos pero bien).
Comenzamos otra semana: Ponyo, ¿vamos?

¡Hola, Curro! Sigue generando mono del bueno y descansando el cuerpo serrano cuando te lo pida, que ya tenemos una edad. Dispongo de unos cuantos deberes para pasarte, en cuanto aminoren las lluvias. Un abrazo de parte de otro «serranoide».
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Brujo!, pues hacemos lo que podemos… Ahora parado por un dolor de muelas infernal… Tú dame deberes que sabes que me gustan, un abrazo.
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