Por: Curro González, sobreescalada.com
La primera vez que coincidí con Ramón Portilla fue en un ascensor, podría maquillar aquel encuentro con alguna sorprendente historia de algún Campamento Base lejano o carismático, pero no fue así, concretamente fue en el ascensor que nos dejaba en la entrada de la Real Sociedad Española de Alpinismo Peñalara, ubicado por entonces, en la conocida calle madrileña de Gran Vía.
Por supuesto yo le conocía perfectamente, Himalayista y Alpinista vinculado al programa de TVE Al filo de lo imposible, era un referente para un chaval de 19 años, y aunque ese mismo invierno yo ya había realizado una seria tentativa a la cara norte del Cervino en invierno, ni mucho menos era un buen Alpinista, ni escalador, como para resultar llamativo.

Así que con total certeza, ese encuentro se quedó grabado en mis recuerdos, pero para Ramón (como es natural), se quedó sin más, en un «chaval en un ascensor».
Con el paso del tiempo he coincidido muchas otras veces con él, básicamente por compartir escaladas con amigos cercanos, alguna conversación telefónica y desde hace relativamente poco, con un viaje pendiente que va siendo hora de resolver (moto, escalada y… parapente?).
Lo realmente sorprendente de Ramón no es su historial deportivo (que marea), si no sus ganas de vivir y de continuar disfrutando a cada instante de aquello que ha realizado durante toda su vida, con una fuerza e ilusión, impasible a los años.

Así que, cuando ví en la conocida revista Desnivel (nº399 Octubre 2019) un artículo suyo sobre un viaje de escalada en Escocia, supe de inmediato, que lo tenía que repetir.
Yo en estos temas ni olvido ni perdono, puedo tardar más o menos en realizarlo, pero cuando se me cruza algo por la cabeza, lo termino haciendo. Es el caso de este viaje, tres años después, nos embarcamos Óscar Nieto, Miguel Hernández, Carmen Marchena (Oli) y el que suscribe, en esta maravillosa experiencia que os relato a continuación.
The Old Man of Hoy
Después de meses sin escalar por culpa del codo y con las costillas magulladas por una caída en bicicleta, se acerca el día de partir, no ando muy pletórico, pero sé que en cuanto el característico olor del mar del norte inunde mis pulmones, floreceré de nuevo.


La isla de Hoy pertenece al archipiélago formado por 70 (sólo 20 están habitadas) islas denominado Orkney, ubicado en el norte de Escocia. Hoy, tiene los acantilados más verticales de todo Reino Unido, en ellos podemos encontrar este espectacular totem rocoso de 137 metros.
Desde que salimos de nuestras casas, tardamos dos días en llegar al punto de partida para la aproximación a la escalada. Un vuelo a Edimburgo, coche hasta Scrabster, Ferry hasta Stomness y otro más hasta Moaness, cerca no está, pero el viaje es muy bonito.


Existen diferentes formas de realizar esta combinación, pero mi consejo es que dejéis el coche en Stomness y hagáis el resto sin él; no es estrictamente necesario, os ahorráis una pasta y evitáis problemas a la hora de encontrar plaza en el Ferry de ida a Hoy y regreso a Mainland (algo que parece frecuente).
A cambio, tendréis que dormir en las inmediaciones del puerto de Moaness (algo que no es un problema), y añadirle a la aproximación desde Rackwick (de 45′ ida y 45′ vuelta) un trekking de poco más de 12 millas i/v, que transita por un espectacular valle con paisajes similares a nuestra querida Groenlandia.
La meteo por estas tierras, es al menos, cambiante. Despertamos envueltos en una espesa niebla meona, con fuertes ráfagas de viento (que no hacían más que empeorar la situación), que nos acompañó durante todo nuestro Trekking hasta Rackwick.

Íbamos poc a poc, sin muchas pretensiones, pero al acercarnos a la costa, la niebla se disipó, la brisa del mar constante la mantenía alejada de los acantilados. Pronto nos vimos cara a cara con nuestro objetivo: Aquí, se escala!
The Old Man of Hoy es el más grande de los Big Three, simplemente es imponente y majestuoso.

Es al único que las mareas no afectan, ya que la aproximación se hace siempre por tierra, el descenso hasta pie de vía es curioso, transcurre por una empinada ladera que no permite fallo, ir con calma porque el barro y la hierba, nos pueden poner en problemas.
La escalada me recordaba mucho al Barranco de la Hoz, la arenisca se fracturaba en característicos agarres y fisuras, la calidad de la roca: bastante aceptable. Si tenemos que resaltar algunos largos de la vía, me quedaba con el segundo (una preciosa travesía aérea y fisura peleona) y el último largo, en diedro perfecto y muy disfrutón.

Aunque la ruta está limpia, encontramos reuniones equipadas y algunas cosas por el camino; Llevar un juego completo de Friends hasta el 5 y si se va un poco apurado, repetir el 2 y 3 (las demás escaladas se hacen casi con el mismo material).
El descenso se realiza en dos rapeles, el segundo de ellos, espectacular.
El día fue mejorando, incluso el sol nos calentó por momentos (algo impensable por la mañana), tan solo nos quedaba regresar andando al punto de origen, algo que se vio amenizado al recogernos en autostop, un entrañable pareja de avanzada edad y su Volkswagen camper de más de 30 años.

Am Buachaille
Después de escalar The Old Man of Hoy estábamos entusiasmados, habíamos comenzado por éste porque era el que más nos apetecía escalar, así que, si escalamos los otros, iba a ser un regalo.
La meteo pintaba bien, lo único que daban viento constante y fuertes rachas de NO, aún así decidimos acercarnos para ver qué pasaba. La escalada en Am Buachaille es bastante sencilla y corta, por contra, tiene una aproximación bastante compleja y comprometida, que ha de compaginar: buen tiempo, marea baja (que permita la aproximación, la escalada y el regreso) y un paso obligado de nado, para salvar un corto pasillo de agua.

La marea la podemos encontrar baja dos veces al día, la hora oscila constantemente de un día a otro, y lo que utilizamos para planificarnos un día, no sirve para el otro. Es importantísimo controlar las mareas para poder escalar los dos pirulos que nos quedan, así que lo mejor es buscar una buena página que nos dé esta información.
Desde Blairmore parte una pista de tierra de 10 km hacia la playa de Sandwood Bay (espectacular playa gallega), antes de llegar a ella, a la altura de lo que sería el quinto lago por el que hemos pasado, tomaremos una rampa de hierba que nos deposita en un característico collado, desde éste, campo a través o por caminos de ovejas, nos dirigimos a buscar el acantilado costero. Justo por el borde de éste, transcurre un marcado camino que viene de la playa anteriormente citada hasta un mirador natural al Am Buachaille, prestad atención a la última canal antes del mirador, allí comienza el descenso (marcado por unos tímidos hitos).

Cuando asomamos el morro a los acantilados casi volamos, el viento era fuerte, el mar estaba muy bravo. Eran las 7:30 de la mañana y teníamos hasta las 10 hasta que la marea comenzara a subir de nuevo.
La aproximación a la base de la aguja rocosa se hace gracias a que el agua del mar ha retrocedido, de otra manera sería imposible transitar por aquí, las piedras redondas resbalan como un demonio, hay que tener cuidado.
Por fin estamos a los pies del Am Buachaille, estamos acongojados por el estado del mar, las olas rompen con fuerza en la base de la aguja y una fuerte corriente empuja hacia el mar a dentro, en el pequeño pasillo.
-No lo veo claro.
Cuando Oli, ex-nadadora profesional, con varios récord de España en su haber, participante en Campeonatos del Mundo de natación y ganadora de infinidad de travesías a nado por mar, dice esto, creedme, que es para pensárselo.
Hemos palmado, recogemos y regresamos con el rabo entre las piernas.

The Old Man of Store
Lo bueno de estar tan al Norte es que hay muchas horas de luz, lo bueno de las mareas, es que te dan una segunda oportunidad.
A las 23 horas la marea estaría baja de nuevo, tenemos otro cartucho el día de hoy, pero hemos reflexionado y aprendido de los errores. No volveremos a intentar el Am Buachaille (el viento y el estado de la mar continúan igual), nos vamos a desplazar al siguiente Big Three y vamos a confiar en que la tirolina de acceso esté montada, de esta manera podremos cruzar aunque el oleaje sea fuerte.

En apenas 1h 30′ de coche nos encontramos, a la espera, ubicados en el Faro de Store (nos hemos puesto de mala leche). Hemos cometido un error garrafal al no haber tenido en cuenta el viento y su influencia en el mar, y vemos que nos quedamos sin tiempo para poder escalar los Big Three.
Descansamos, comemos, una birra (o dos, no recuerdo) y comenzamos la aproximación por los acantilados de Head of Store, son unos 3 km, pero si le sumamos los veintitantos del otro día, y los catorce de esta mañana, esto se va notando.
Una vez más vislumbramos lo majestuoso de los Big Three, la aguja rocosa es imponente, y se refugia en un aura tétrica al encontrarse en la penumbra y resguardada por grandes olas que rompen alrededor suya.
Casi que la empinada bajada hasta pie de vía es lo de menos, no paramos de observar el mar, y sí, la tirolina está montada.




A la voz de Esperar, esperar…! (cántico utilizado en las batallas más crueles de la edad media, antes de contraatacar) cruzamos de uno a uno la tirolina, la marea aún no ha terminado de bajar, una inmensa subida de agua pilla desprevenido a Miguel en mitad de la tirolina, que junto al chicleo de la cuerda, hacen que se empape piernas y espalda. Las olas rompen por el margen derecho vertiendo cantidades ingestas de agua al pie de vía, para colmo, la travesía del primer largo (V) está intratable, nunca antes había visto hacer a Óscar un quinto en artificial…
Por suerte, la travesía te deja en el margen contrario de la aguja, a cierta altura, refugiados del oleaje y al sol. Sólo pudimos disfrutar del sol en este largo, por cierto muy bonito y disfrutón, los siguientes, fueron a la sombra y con una gran humedad adherida a la curiosa roca.

Eran las 22h y estábamos en la cumbre!, simplemente salvaje y espectacular, aún teníamos mucho margen para descender y atravesar de nuevo por la tirolina, antes de que el mar volviera a subir.
En un rapel estamos de nuevo en la R0, al comienzo de la tirolina, la marea y el viento han bajado mucho su intensidad y ahora, podemos estar más tranquilos.
Tras un día muy largo llegamos al coche con otro Big Three en el bolsillo y una valiosa información, las dos escaladas se pueden hacer en el día.

De nuevo, Am Buachaille
Ya os dije anteriormente que a cabezón no me gana nadie, aunque si soy sincero con vosotros, esta escalada la realizamos gracias a Óscar, que tiró del carro a muerte hasta el último momento, cuando la desidia se hacía con nosotros.
Nos quedaba un día, más bien unas horas, porque esa misma noche deberíamos estar en el aeropuerto de Edimburgo. Este día la marea bajaba más tarde, algo que agradecimos al despertar magullados por el cansancio y la resaca de la celebración.
La aproximación y acceso ya eran conocidos por nosotros, y llegamos sorprendentemente rápidos. Aunque soplaba de nuevo fuerte viento, éste había rolado a Sur, podríamos cruzar a nado !


«El Tajo decide» es algo que nos decimos Óscar y yo en nuestras escaladas en el Alto Tajo, primero porque como baje muy crecido no cruzamos y segundo, porque el frío cala en los huesos a mitad de camino, es el momento de elegir si continuar o darse media vuelta.
El cruce a nado hasta el pie de vía del Am Buachaille es sencillo (si las condiciones son favorables, claro) pero decisivo (como ya sufrimos no hace mucho), lo único que da grima es el frío de las aguas del Océano Atlántico Norte, pero en mi caso llevaba tal adrenalina en el cuerpo, que ni lo noté (he de aclarar que no sé nadar, un pequeño detalle que no fue decisivo finalmente).
La escalada fue enormemente gratificante, muy disfrutona y con una roca bastante aceptable (pese a la aparente fragilidad de esta), las vistas… Espectaculares !, los sentimientos a flor de piel, habíamos escala los Big Three !



En las cumbres The Big Three
No tuvimos demasiado tiempo para celebrarlo, cinco horas de coche nos separaban de nuestro medio de transporte para el regreso, el camino de retorno, lejos de hacerse largo, se transformó en un remanso de paz y satisfacción, los paisajes por donde transitábamos nos trasladaban a Oli y a mi a aquella anhelada tierra, tal fue así, que no descartamos regresar en breve.
Con un peculiar perfume, entre brisa marina y vómito de gaviota, llegamos a tiempo para embarcar en nuestro avión. Tristes, alegres, ilusionados, cansados y con muchas ganas de vivir.



The Big Three: The Old Man of Hoy, The Old Man of Store and Am Buachaille
Esto si que es una «hazaña».🧗♂️🧗♀️🧗🏴
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Gracias Iñaki!!
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